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Consideraciones sobre la entrada “Algo”

Por Margarita Escalera

El término algo viene a la cabeza como un primer terreno de anclaje que el lenguaje se ha encargado de erigir para sostener la vaguedad de nuestro pensamiento. Es un primer paso para elaborar lo que intentamos determinar y que de pronto puede revestirse de confusión y caos. Pero es también una suerte de asidero que ampara los límites de nuestra comprensión del mundo: el algo hace un espacio para la inquietud que el humano siente ante lo que no se deja aprehender por el entendimiento. El algo, por tanto, puede convertirse en un terreno hostil para la filosofía y tanto más para la demanda de determinación que exige un pensamiento presto a la transformación y al cambio social.

Si bien no es usual hallar el término en los diccionarios de filosofía, el Diccionario histórico-crítico del marxismo le ha dedicado una entrada que, en la edición en español, aparece junto a otros conceptos que, reunidos, forman el tomo titulado Teoría crítica y cambio social. La primera acepción dentro de la entrada, escrita por Narihiko Ito, da cuenta del algo indeterminado, que se define como una vaga objetividad. Para el autor, el significado más profundo del algo radica en que participa alternativamente del teísmo o del nihilismo; del pensamiento sobre el todo y sobre la nada. Si aceptamos la carencia de sentido, la absoluta falta de fundamento, si se acepta la nada, poco lugar se deja para algo. Si, por otro lado, hacemos un lugar para la injerencia o la existencia del algo indeterminado, en la medida en la que no es posible estabilizar alguna determinación sobre ese algo, entonces estamos sujetos a lo que, dice la entrada, en términos de Kant, no se corresponde con las formas de nuestra sensibilidad apriori o de la intuición empírica.

Así pues, desde la filosofía crítica, y luego con Hegel y Marx, no queda mucho terreno para el algo indeterminado y, sin embargo, se abre un terreno fértil para encauzar el algo hacia una red compleja de determinaciones que aparece como un despliegue ya sea de determinaciones lógicas o bien de determinaciones prácticas. De este algo determinado se hace cargo la segunda parte de la entrada del diccionario, escrita por Fritz Haug.

La entrada da cuenta de cómo en la filosofía de Hegel se introducen en el algo determinado al menos dos aspectos centrales para la filosofía posterior. Por un lado, se recoge la negación determinada que acompaña el surgimiento del algo. El diccionario, por tanto, da un espacio a las instancias del pensamiento antiguo recuperado por Hegel en las que se admite que algo sea no sólo en su positividad sino también en la negatividad. Por otro lado, el algo es temporalizado, adquiere un sentido procesual o bien el de su despliegue histórico. Si bien el surgimiento del algo es sólo el punto de partida de las transformaciones de la conciencia, o bien del camino de la ciencia, desde la perspectiva de Adorno, dice la entrada, este comienzo con el algo es ya una prefiguración o presuposición del idealismo absoluto.

Con Marx, la negatividad y la historicidad del algo adquieren un sentido eminentemente práctico. Hay que hacer algo en el mundo, pero no cualquier cosa, sino algo determinado según el estudio de las relaciones concretas de producción y reproducción de la vida y, además, algo que se realice en el horizonte mismo de nuestros deseos de utopía, para lo cual el nihilismo se convierte en una amenaza de las potencias transformadoras. ¿Para qué hacer algo? “Hacer algo es crear existencia, y ya hay bastante existencia”, dice el Sartre de La Náusea. Para Ernst Bloch el algo es, por el contrario, disposición hacia algo, tendencia hacia algo que no es dado sino que es producido. En algún punto en medio de estas disposiciones, haciendo una recuperación de la pregunta de Leibniz, “¿por qué existe algo y no más bien nada?”, para Heidegger la pregunta por el algo se abre en el uso y en la praxis y no en la contemplación, en el mundo de la vida pero también ahí en el horizonte de la muerte.

El diccionario ofrece, desde luego, una exposición no convencional de los conceptos, no sólo porque se da a la tarea de trazar su historicidad, sino también porque los construye en tanto entramados delimitados de problemas. El problema que a nuestro parecer se traza aquí y que justifica la inclusión de este concepto en este tomo en particular, es quizá el del reconocimiento de que la vacilación entre el algo y la nada y la fuerza que sobre nosotros ejerce la indefinición, acompañan siempre tanto a las disposiciones del pensamiento como a los impulsos de transformación. Quizá esto mismo justifica que los dos autores que presentan la entrada hayan echado buena mano de la literatura y de la poesía para plantear la cuestión del algo. Hölderlin, Beckett, Brecht, Dostoyevski o el Sartre de La Náusea aparecen aquí quizá porque en el terreno de la poética sean más hondamente interpeladas nuestras certezas, pues ahí se afrontan las inquietudes del alma ante lo indeterminado, la abrumadora cercanía a la que a veces tiende el alma respecto de la nada y, sin embargo, también ahí se asume el problema del coraje que es necesario asumir y llevar a cuestas para estar convencidos de que algo puede ser distinto, no ya todo, sino al menos algo, o en alguna medida. Quizá también sea por esto que el diccionario sugiere al final de la entrada la consulta de los conceptos próximos al campo semántico del algo: las palabras tanto “miedo” como “esperanza”.

 

Margarita Escalera es egresada de la licenciatura en historia de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su tesis de grado estudia el gesto en la obra de Käthe Kollwitz desde la propuesta de constelación anacrónica de imágenes de Georges Didi-Huberman. Ha sido profesora adjunta en cursos de historiografía antigua, medieval y moderna en la Facultad de Filosofía y Letras y asistente de investigación en el Centro de Estudios de Género de El Colegio de México. Actualmente forma parte del Proyecto de Investigación Heterocronía y género. Hacia prácticas transversales en la Historia del arte de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.